jueves, 9 de abril de 2020




















LA CIUDAD EN VERANO



La ciudad en verano se desparrama y muestra sus vergüenzas. La ciudad en verano pierde el decoro. La ciudad en verano lucha contra el sopor y el tedio. La ciudad en verano es un barco con todos los marineros enfermos de malaria. La ciudad en verano ya no sabe qué quitarse, la piel desnuda de las calles arde al sol: pocos son los valientes que la pisan. La ciudad en verano está abierta y vacía, como una vieja caja de un viejo regalo que alguien no se molestó en tirar. La ciudad en verano se muda a la playa, al pueblo, a la piscina. La ciudad en verano cierra por vacaciones, y los que no cierran se esconden donde pueden. Hasta que la noche da un poco de dignidad a las calles indecentes. Hasta que la noche sube las persianas y los bares se llenan de vecinos con ganas de ciudad, de calle, de compañía. Las ventanas están sucias, las plantas resecas, las acequias no llevan agua, las nubes pasan de largo. Hace meses que no llueve y aún tardará en llover. Se puede montar un cine en la calle o en el solar, que antes estaba lleno de coches, pero la película no empezará hasta después de la cena, que en la ciudad y en verano se puede retrasar hasta bien entrada la noche. Y si hay suerte correrá un poco de brisa y se podrá dormir sin dejar la sábanas empapadas de sudor. En la ciudad en verano se vive de noche y se duerme, si se puede, de día. Y uno puede coger el coche y dar una vuelva sin tráfico y luego puede apartar delante de casa, que no todo van a ser inconvenientes. En la ciudad en verano parece mentira que los autobuses sigan circulando a su hora. El mundo se frena, pero no llega a pararse. Toda la plaza es tuya pero mejor busca la sombra. Al atardecer la playa se vacía y se llenan los bares. En la ciudad en verano las calles son para los valientes.














































sábado, 4 de abril de 2020






















MEMORIA DEL BALCÓN



Ahora que Aute ha muerto.
Ahora que las calles callan y los balcones gritan.
Ahora que estás cerca y te siento lejos
y estar lejos es mirar todos los ríos que hemos cruzado.
Ahora que Aute ha muerto.
Ahora que mis vecinos son vecinos.
Ahora que los vecinos no son enemigos
porque los enemigos no tienen caras que sonríen y gritan y cantan 
y hacen
todo el ruido que pueden
para tapar el horrible silencio de las calles.
Ahora que Aute ha muerto.
Ahora que miro a mi vecino.
Ahora que ya no puedo desconfiar de las sombras con las que 
me cruzo
porque yo soy otra sombra con el mismo miedo en el bolsillo
y el mismo dolor invisible
en los ojos..
Ahora que Aute ha muerto.
Ahora que ya no caminamos por las sendas cantando Al Alba
porque las sendas se cubrieron de zarzas y el fuego derribó 
los recuerdos
de días oscuros bajo el sol brillante.
Ahora que la gente muere y todos sabemos que la fila
es muy larga 
y a todos nos han dado un número marcado.
Ahora que la gente se mete en la cama y tiene miedo al teléfono
y el silencio de la noche 
es un silencio lleno de gritos enterrados.
Ahora que Aute ha muerto.
Y los chavales ya no van de campamento a la sierra,
ni cantan Al alba mientras vuelven al albergue.
Ahora que cada noche hunde más la cama.
Y el silencio de la mañana no ofrece ningún refugio para las farolas huérfanas
porque las farolas ya han aprendido que el hombre 
es frágil y desmemoriado.
Ahora que Aute ha muerto.
Y ha muerto tanta gente.
Tanta gente que ayer aplaudían en tu balcón, tanta gente 
con la que ayer aplaudías desde su balcón.
Sí, todo será borrado por la lluvia.
Sí, todo será borrado por la luz
de los soles muertos de los veranos sin cristal.
Y sí, todo será finalmente borrado por la noche blanca del hospital.
Pero los balcones gritan y yo tengo miedo
porque un día dejarán de gritar y volverá el ruido
el ruido muerto de una ciudad sin alma
porque el alma habrá emigrado como los pájaros al llegar 
el invierno.
Habrá emigrado a un pasado que las calles ruidosas 
no podrán encontrar.
Ahora que Aute ha muerto.
Hoy que tanta gente ha muerto.
Ahora quiero cantar con la noche, con el coro de las ventanas encendidas,
con el compás de los árboles lentos,
porque tengo miedo de la mañana, tengo miedo del ruido de la calle,
del ruido que volverá a taparlo todo
y nos dejará sin la memoria del balcón.