jueves, 4 de diciembre de 2025

 


LOVE IS IN THE AIR




Amor, sexo, mentiras y muerte. En eso se puede resumir la vida de una persona. Búsqueda del amor, búsqueda del sexo, escapar de las mentiras, usar las mentiras, sobrevivir a las mentiras, sobrevivir con mentiras. Tener miedo de la muerte, intentar escapar de la muerte, usar el amor contra la muerte (un acto tan desesperado como inútil), usar el sexo contra la muerte (un acto tan desesperado como inútil), usar la mentira contra la muerte…

Amor, para dar un sentido a lo que no tiene sentido, que decía Umbral. Sexo, para ser parte de un grupo, para ser parte del grupo de los ganadores, de los que consiguen a la chica, de los que más ligan, de los que más éxito social tienen… O eso parece… El sexo como consecuencia del amor, el amor que sale, extrañamente, del sexo. ¿O solo sexo? ¿O amor sin sexo? ¿Y de qué amor hablamos…? ¿Y cómo de limpio puede ser el sexo, o cómo de sucio puede ser el amor?  Amor a tu pareja, amor a tus hijos. Amor a la humanidad entera. Amor que no es otra forma de odio. Odio del amor no correspondido. Odio del amor que no puede vencer la mentira.  Amor que crece sobre el odio. Amor que nos salva del odio que sentimos sobre nosotros, dentro de nosotros.

Todo se vende en la calle. Nuestro cuerpo se vende en las aceras. Cada día muchos ojos nos miran. Nos juzgan. Nos ponen precio. La vanidad, el poder, el placer, la humillación. Todo está en las paredes. Todo está en los escaparates. Todo se vende y se compra. O se tira o se guarda en los más profundo de nuestra vergüenza. El sexo es el cebo y nosotros picamos. Picamos y luego queremos escapar, pero ya no es posible. Seremos parte de un lote de productos que se sortearán en la rifa de la felicidad. Seremos las botellas vacías del final de la fiesta.

Mentiras, en nuestra vida diaria, en el trabajo, en la familia, en la amistad incluso. Mentiras para hacer nuestra vida más habitable, mentiras delante de nuestro espejo, mentiras que no queremos reconocer que son mentiras, pero que usamos cada mañana y cada noche. Mentiras para escapar de la soledad. Mentiras para encender una hoguera que nos caliente en la larga noche. Cuando los besos no bastan. Cuando los sueños duelen. Cuando el pasado es una herida que no para de sangrar.

Y la muerte siempre. La muerte que pasa a nuestro lado y nos toca la espalda con suavidad, para que nos demos la vuelta y no veamos nada, porque la muerte ha pasado ya de largo, pero nos avisa, nos va avisando, nos va dejando una inquietud constante, un miedo que no podemos tapar con nada. Un miedo que nos hace tirarnos desesperadamente a las aguas frías de la vida, y dejarnos arrastrar por la corriente de los días. Huyendo, buscando, amando, mintiendo…














































































El amor está en el aire, canta alguien en la radio. Conozco la canción, no recuerdo el nombre del cantante. Voy conduciendo. Justo ahora entro en las primeras calles de la ciudad, de mi ciudad. El amor está en el aire. ¿Pero qué amor? ¿Y qué trae ese amor con él? ¿Solo amor y nada más que amor? Un semáforo en rojo no da mucho tiempo para pensar... Hay tráfico. Estoy cansado. Quiero llegar a casa. 





jueves, 28 de agosto de 2025

 










 El día que no fui a Ribadeo


Alguna vez tenía que volver a pasar. Aunque aquí por lo menos me subí al tren, no como en San Sebastián, donde ni siquiera llegué a subirme. Pero este pequeño atenuante no me sirve: me subí al tren, tenía mi billete de ida y vuelta de Oviedo a Ribadeo, pero me bajé en Pravia, al rato de empezar el viaje. Así de simple. El tren se paró para esperar a otro. Se paró demasiado tiempo (unos minutos), y yo me bajé. Y hablé con el jefe de estación, para preguntarle cuando salía otro tren que me llevara de vuelta a Oviedo. Pero faltaba más de una hora. Resultó que venía un tren (el que estábamos esperando) en dirección a Gijón. Este tren pasaba por Avilés. Yo nunca he estado en Avilés. Desde allí se podía tomar otro hasta Oviedo. No me lo pensé dos veces. Mejor eso que estar más de una hora esperando un tren que me llevara de vuelta por el mismo sitio (aunque como la mañana avanzaba, ya no tendríamos esa niebla persistente que habíamos tenido nada más salir de Oviedo a las siete de la mañana). El jefe de estación, muy amable, me sacó él mismo el billete en la máquina (a mí las maquinas no me gustan nada, pienso que tienen una inteligencia diabólica en algún lugar de su interior, y que van a hacer todo lo posible para estropearse y dejarme sin billete, o sin cambio, o sin los diez euros que he metido, o todo a la vez). Pero el jefe de estación sabía cómo llevarse bien con esa máquina, porque me dio el billete al momento. Y me subí al tren que iba a Gijón, aunque yo me iba a bajar en Avilés, o eso tenía pensado…


(...)


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sábado, 15 de marzo de 2025

 








MEMORIA DEL BALCÓN...


¿Cinco años ya? Entonces, esos días oscuros, escribí este poema... Que luego se publicó en mi libro "Poemas rotos". El tiempo pasa y algunas cosas no mejoran mientras otras empeoran. Y nos dicen que eso es la vida. Supongo que será verdad... Os dejo el poema. Un poema. Solo eso. A mí me sirvió. Me ayudo. Un poco. Como cada poema de los que escribo. Una pequeña ayuda. Eso, a veces, es mucho.




MEMORIA DEL BALCÓN

(poema escrito la noche que murió Aute)



Ahora que Aute ha muerto.

Ahora que las calles callan y los balcones gritan.

Ahora que estás cerca y te siento lejos

y estar lejos es mirar todos los ríos que hemos cruzado.

Ahora que Aute ha muerto.

Ahora que mis vecinos son vecinos.

Ahora que los vecinos no son enemigos

porque los enemigos no tienen caras 

que sonríen y gritan y cantan 

y hacen

todo el ruido que pueden

para tapar el horrible silencio de las calles.

Ahora que Aute ha muerto.

Ahora que miro a mi vecino.

Ahora que ya no puedo desconfiar de las sombras 

con las que me cruzo

porque yo soy otra sombra con el mismo miedo 

en el bolsillo

y el mismo dolor invisible

en los ojos..

Ahora que Aute ha muerto.

Ahora que ya no caminamos por las sendas 

cantando Al Alba

porque las sendas se cubrieron de zarzas 

y el fuego derribó 

los recuerdos

de días oscuros bajo el sol brillante.

Ahora que la gente muere y todos sabemos 

que la fila es muy larga 

y a todos nos han dado 

un número marcado.

Ahora que la gente se mete en la cama 

y tiene miedo al teléfono

y el silencio de la noche 

es un silencio lleno de gritos enterrados.

Ahora que Aute ha muerto.

Y los chavales ya no van de campamento a la sierra,

ni cantan Al alba mientras vuelven al albergue.

Ahora que cada noche hunde más la cama.

Y el silencio de la mañana no ofrece ningún refugio 

para las farolas huérfanas

porque las farolas ya han aprendido 

que el hombre es frágil y desmemoriado.

Ahora que Aute ha muerto.

Y ha muerto tanta gente.

Tanta gente que ayer aplaudían en tu balcón, 

tanta gente con la que ayer aplaudías 

desde su balcón.

Sí, todo será borrado por la lluvia.

Sí, todo será borrado por la luz

de los soles muertos de los veranos sin cristal.

Y sí, todo será finalmente borrado 

por la noche blanca del hospital.

Pero los balcones gritan y yo tengo miedo

porque un día dejarán de gritar y volverá el ruido

el ruido muerto de una ciudad sin alma

porque el alma habrá emigrado como los pájaros 

al llegar el invierno.

Habrá emigrado a un pasado que las calles ruidosas 

no podrán encontrar.

Ahora que Aute ha muerto.

Hoy que tanta gente ha muerto.

Ahora quiero cantar con la noche, 

con el coro de las ventanas encendidas,

con el compás de los árboles lentos,

porque tengo miedo de la mañana, tengo miedo 

del ruido de la calle,

del ruido que volverá a taparlo todo

y nos dejará sin la memoria del balcón.