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Los camiones pasan pero no paran, los coches, los
pocos que circulan, tampoco. No tienen ningún motivo para parar. No hay
gasolinera. No hay bar. No hay gente. O si la hay, no sale a la calle. Hace un
tiempo muy agradable. Sólo dos grados por encima de cero. Pero eso no es frío.
Los que viven por aquí saben que eso no es frío. El frío de verdad aún no ha
llegado. Casi ya diciembre y aún sin nieve en el Moncayo. Miento: ayer
lloviznó. Y hoy el Moncayo está cubierto de niebla. Tal vez haya nieve, un poco
de nieve, los primeros copos del invierno, pero de momento es imposible
saberlo. Ha salido el sol, pero la cumbre del Moncayo está completamente
oculta. Y no sería extraño que estuviera así todo el día, o varios días. El
Moncayo es el muro que todos los camioneros miran de reojo. La carretera va
directo hacia él. Pero por suerte se desvía y después de un pequeño puerto
llega a Ólvega. Y desde allí corre directa hacia el valle del Ebro. Donde al
frío se le une la humedad del río y el viento que barré todo el valle.
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(foto del autor)