jueves, 21 de febrero de 2013

LA VERDADERA LABOR DEL POLÍTICO

La verdadera labor del político no es hacer eficaz el sistema, sino ocultar la ineficacia del sistema.

Cuanto más general y prolongado sea este ocultamiento, mejor político es.


He perdido, y lo sé, y acepto el tiempo
sin sentido ni fin que está delante






Momentos bajos, Jaime Siles


(fotografía de A. Vila)

sábado, 16 de febrero de 2013



LO QUE CUESTA TENER IDEAS PROPIAS...

UN OBISPO CONTRA FRANCO. El caso deliberadamente silenciado de Francisco Vidal y Barraquer

La Carta Colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero es un documento fechado el 1 de julio de 1937. Estaba redactada por el cardenal Primado de Toledo Isidro Gomá y respondía, previa petición directa de Franco, al intento de difundir al resto de la comunidad cristiana “las verdades” de la Guerra civil Española (o dicho de otro modo: por qué la iglesia española en bloque, apoyaba al Bando Nacional y por qué todos los cristianos del mundo debían hacer lo mismo). Bien, al menos esto es lo que se enseña en los libros de historia de este país destinados a la educación de los adolescentes (por ejemplo, libros de historia de 4º de ESO). Al menos en los libros en los que se menciona esta carta y, por ende, el papel de la iglesia en la Guerra Civil.
Pero nótese que he utilizado unas cursivas unas líneas más arriba. En bloque… La iglesia en bloque…  Eso da a entender que la firmaban TODOS LOS OBISPOS.
Pues no… No están todos. Hay uno que falta. Uno que no quiso firmar: el arzobispo de Tarragona y Cardenal Francisco Vidal y Barraquer.
Y no quiso firmar no porque no conociera de sobra la persecución roja (él mismo había estado a punto de ser fusilado por unos milicianos al principio de la Guerra Civil, y había visto como moría su obispo auxiliar, Manuel Borrás, que no había tenido tanta suerte), sino porque creía que aquella carta era un instrumento de manipulación propagandística por parte de Franco y que, en medio de una Guerra Civil, la iglesia española, como iglesia de todos los españoles, debía no decantarse de modo excluyente por una de las partes beligerantes. Por estas ideas Franco le prohibió regresar a España una vez terminada la guerra civil (después de ser salvado “in extremis” de ser fusilado, el gobierno de la Generalitat consiguió evacuarlo a Italia, donde pasó el resto de la guerra), e incluso presionó para que los Papas Pio XI y Pio XII le obligaran a renunciar a sus cargos. En este caso Franco no se pudo salir totalmente con la suya. Los Papas no accedieron a su petición. Y eso que Franco se lo tomó tan a pecho y se puso tan pesado que, al final, hasta el mismo Cardenal Gomá se molestó. Pero, pese a todo, el obispo de Tarragona nunca pudo volver a su sede. Murió en 1943. Él quería, ya que otra cosa no era posible, al menos ser enterrado en su tierra. Pero sus restos no fueron trasladados a España hasta 1978.

(Extracto del artículo del autor "La iglesia, las iglesias y los hombres de iglesia", revista Jot Down)

viernes, 15 de febrero de 2013





UN LUJO, DOS LUJOS, TRES LUJOS...

Me permito el lujo de no hacerle la pelota a nadie. Es caro.

Ignacio Vidal-Folch


(fotografía de A. Vila)



APLÍCATE EL CUENTO...



“En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente.
Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.
La revolución, de Sławomir Mrożek. Perteneciente a la obra La vida para principiantes (ed. Acantilado)