sábado, 14 de septiembre de 2013



PREGUNTAS Y RESPUESTAS: ANGÉLICA LIDDELL 

(El País, suplemento S moda, nº 97, 27 de julio de 2013)

-¿Su familia va a ver sus obras?
-Qué va. Para gran parte de ellos soy una auténtica payasa. Tienen sus vidas, sus familias, sus casas con chimeneas de fuego artificial, sus hipotecas, sus planes de pensiones... El hombre medio es terrible. Lo conozco bien porque yo provengo de la clase media baja española y es deprimente.
-¿Por eso se refugio en la escritura? Pues sí. Era una manera de rebelarme. Que la niña leyera mucho era extraño. Me llevaban al psiquiatra para que no fuera más rara de lo normal. Pero basta para que quisieran poner freno a eso para que me entraran ganas de leer y escribir más.

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-En el escenario me quito máscaras y velos y rompo el pacto de la hipocresía social. En la vida hay que ser falso continuamente porque, si no, iríamos con unas pistoleras en las caderas (...) Uno sólo puede existir socialmente mintiendo. Sería insostenible siendo completamente honesto.

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-Le damos mucha importancia a la intelectualidad, cuando lo que nos hace sufrir, en el fondo, son nuestros objetivos sexuales y la carrera de obstáculos que significan. Todas las piedras que se interponen entre el amor y tú suponen una fuente de profunda angustia. El cuerpo tiene mucho que decir en la posibilidad del amor y vivimos muy a gusto negándolo. Dile a una persona de 180 kilos cuántas barreras hay entre 180 kilos y el amor. En el fondo, muchas veces lo que te hace sufrir es la piel y estar excluido de la cotización del mercado del sexo. 

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-No tengo ninguna fe en eso del abuelito feliz. No me lo trago. Cuando tu padre está en el hospital y veas la gente con la que comparte planta, te vuelves incrédulo. Llegas al tope de decepción en el que te cuesta hacer un ejercicio de compasión. El sentimiento de piedad por los ancianos me trastorna. Me resulta insoportable ver la vejez en los demás y en mi propio cuerpo (...) El único camino que emprenden la fealdad y la vejez es la soledad, y eso es muy jodido.








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