sábado, 23 de junio de 2012


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STALIN
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Lo más terrible entre lo terrible: la víctima tiene que aceptar al verdugo. Palabras de un deportado de Stalin recogidas por Orlando Figes en su libro Los que susurran: “Creer en la justicia de Stalin… nos hacía más fácil aceptar los castigos, y nos libraba del miedo”. Supongo que los judíos que iban a morir a los campos de concentración nazis desarrollaban una especie de mecanismo de defensa parecido: si Dios permite eso, debe tener una buena razón para ello. Y supongo que así ha sido durante miles de años cada vez que un rey, un emperador o un dictador masacraba a su pueblo: nos merecemos el castigo, no debe tener otro remedio, él sabe bien lo que hace… Cualquier cosa menos aceptar que los castigos son arbitrarios, que la justicia no existe y que los hombres que contralan nuestra vida no sólo son crueles sino que muchas veces también se equivocan.

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