jueves, 31 de mayo de 2012


LA REBELIÓN DE LOS TONTOS

Fingir inteligencia es relativamente sencillo. Cualquier tonto puede hacerlo. Pero fingir la estupidez es realmente complicado. Para fingir realmente bien la estupidez hay que ser un auténtico estúpido.


Si quieres caer bien a los demás, olvídate de tener razón. Tener razón (e incluso tener ideas propias) es un grave inconveniente para alguien que quiera conseguir el prestigio social. Si tienes que elegir entre ser simpático y ser lúcido, elige siempre lo primero. Sólo son populares los que se amoldan a los gustos y las ideas de su auditorio. Y si no sabes o no quieres ser popular, entonces trata siempre de pasar desapercibido. Por muy vulgar o falso que sea el discurso a seguir, jamás lleves la contraria al orador. Limítate a aplaudir y muérdete la lengua. A nadie le importa lo que tú pienses. Cuanto más equivocado está un hombre, menos interés tiene en conocer la verdad. Recuerda siempre lo que decía Unamuno: “En el fondo les caigo antipático. Tener razón es lo más antipático que hay”. 




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